Los mensajes que recibimos todo el tiempo por los medios de comunicación y las redes sociales promueven un prototipo estándar de ser humano: de cuerpo escultural, gustos refinados, extrovertido, cosmopolita, joven y exitoso.
Incautos, con poco tiempo para pensar, muchos nos “comemos el cuento” sin cuestionar. Entonces llega un nuevo año y los propósitos para ser mejores tienen que ver más con ese prototipo, que con lo que verdaderamente somos y queremos.
De ahí que los gimnasios se hagan su agosto en enero, después de las vacaciones, cobrando por anticipado a quienes después de febrero no regresarán a una actividad que se les hace monótona o que no es para ellos.
¿Quién dijo que para ejercitarse solo existe un gimnasio? ¿Quién dijo que todo el mundo tiene que ejercitarse? ¿Qué es el éxito? ¿Quién dijo que es más exitoso quien más bien luce, o más cosas compra, o más dinero gana?
Así como los medios y las redes nos venden esas falsas creencias, si miramos a nuestro alrededor con detenimiento podremos entender que el éxito es algo personal. Qué la posibilidad de comprar cosas no significad nada en sí misma, sin otros ingredientes que de verdad nos hacen felices, o exitosos en un sentido más profundo.
Antes de hacer un listado de propósitos, evaluemos cuáles son nuestros verdaderos propósitos y cuáles son ajenos. No siempre el hecho de no cumplirlos implica que somos indisciplinados o incompetentes. La razón puede estar en que no son nuestros verdaderos propósitos.
